Vulnerasti cor meum verbo tuo

jueves, 25 de agosto de 2011

Salir del puerto “Seguro”

Es verdad que los fenómenos, que rechazan la existencia de un Dios misericordioso, abundan en nuestro entorno de muchas formas y maneras. La manifestación de estos fenómenos es más práctica que teórica, por eso son más factibles reconocer.
Estamos hablando propiamente de la indiferencia religiosa, modelo que lleva al hombre a actuar de diferentes maneras, con el único objeto de negar la existencia de Dios, o bien de pensar que Dios no existe, a pesar de su existencia.
“En el seno de este fenómeno se aloja la autonomía del ser humano”[1] que entre otras cosas busca un Dios cómodo a sus necesidades, que sea complaciente y permisivo, es decir, que no incomode a la hora de actuar de manera injusta ante los ojos de Dios. Esto porque se piensa que la “relación con Dios es una más entre las que vive la persona”[2].
“Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión. Negar a Dios o la religión, o bien prescindir de ellos, no constituye ya, como en épocas anteriores, un algo insólito e individual; hoy en día aparecen muchas veces casi como exigencias del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo”[3].
Estas imágenes de Dios, son fenómenos, que alimentan la indiferencia religiosa en el hombre; además estremecen la fe y cambian de manera transcendental la forma de creer. Pero lo más peligroso es la apertura a caminos agnósticos y ateos.
Y esto en materia de fe es grave, porque, “el ateísmo moderno presenta también muchas veces una forma sistemática que, además de otras causas, conduce el deseo de autonomía del hombre a encontrar dificultad en cualquier dependencia de Dios. Los que profesan este ateísmo pretenden que la libertad consiste en que el hombre sea el fin de sí mismo, el artífice y demiurgo único de su propia historia.”[4] En otras palabras, el hombre, llego al extremo de creer que aunque Dios exista nada tiene que ver con la vida del hombre.
Estos son los grandes desafíos y derroteros, que la iglesia y la evangelización tiene que asumir. Por tanto, salir del puerto, es no tener resistencia a ofrecerle la vida a Dios, es estar dispuestos a entregar nuestro yo, sin reserva alguna, y sin tomar distancia de Dios.
Como hombres bautizados y “movidos por la fe, por la cual creemos que somos guiados por el Espíritu del Señor, debemos acercamos y discernir los acontecimientos, para poder llegar a ser signos verdaderos de la presencia o del designio de Dios”[5].
Salir del puerto, es también, obedecer el mandato del Señor: “vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación” (Mc 16,15). Este mensaje, anclado en el mandamiento del amor: Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo.
En definitiva, salir del puerto, es remar mar adentro, es decir, acoger la invitación de la V conferencia del Episcopado y del Caribe: Ser Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida.

Bibliografía
·        CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986.
·        CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constituciones, Decretos y Declaraciones. Madrid: BAC. 2007.
·        V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO Y DEL CARIBE. Documento Conclusivo. Aparecida. Celam. 2007.





[1]CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986. N° 14.
[2] Ibíd. N° 25.
[3] CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constitución pastoral Gaudium et Spes. Madrid: BAC. 2007.Pág. 244

[4] Ibíd. Pág. 256.
[5] Ibíd. Pág. 248.

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