Vulnerasti cor meum verbo tuo

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Communio et Progressio

Los padres conciliares han mandado preparar, el documento Communio et progressio, para la pontificia comisión para los medios de comunicación social, con el objetivo de que haya una mejor convivencia humana, basada en la amistad y fraternidad en Cristo.
Dios siempre ha querido comunicarse con el hombre, por eso, él toma la iniciativa, manifestándose por medio de acciones y obras, a través de la historia del pueblo elegido. Es tan importante su acción comunicativa, que llega a convertirse en hombre, para habitar con nosotros, pues el Verbo se hizo carne, y puso su morada en nosotros.
Es decir que Cristo el Hijo de Dios, se hace carne, pues él es palabra e imagen del Dios invisible, que compartió con nosotros y nos revelo, por medio de palabras, la obra salvífica del Padre; nos comunicó con verdad y vida, los proyectos de Dios. Desde entonces el fundamento último y el primer modelo de comunicación entre los hombres lo encontramos en Dios, que se ha hecho hombre, hermano y amigo.
De igual manera, el Verbo de Dios hecho carne, en toda su vida pública comunico el mensaje del Padre e hizo su voluntad, y se presentó como el perfecto comunicador.
Con base en estos presupuestos y en el documento, encontramos que la iglesia ve con buenos ojos los medios de comunicación, ya que los considera como Dones de Dios, porque acortan distancias entre Dios y el hombre, y entre los mismos hombres, para que todos entremos en sintonía y nos unamos fraternalmente y colaboremos con la acción salvador que nos a dado Cristo.
Por tanto, quienes se sitúan y quieren situarse debidamente en los medios de Comunicación, deben tener en cuenta la acción comunicadora del Padre, que ha hecho dentro de la historia de la creación y de la encarnación, para que actúen con honestidad, y tengan en cuenta la integridad de las personas. De igual manera que se instruyan en este campo éticamente, y disciernan perfectamente la naturaleza de los medios de Comunicación.
Ahora bien, las maravillas que se hacen con los medios de comunicación, debe estar enfocada en la persona, pues han sido logrados para que haya más respeto, solidaridad y fraternidad y así prospere la mutua comunicación entre los hombres que peregrinan.
Deben crear y propagar un lenguaje ético, para que las distancias entre las personas se disminuyan, y se logre trasmitir un mensaje de justicia y de paz, ya que la comunicación es el mejor instrumento que Dios nos ha dado, para hacer más eficaces la caridad que a la vez se expresa en la comunión.
Aprovechar debidamente los medios de comunicación, hace que construyamos una sociedad más libre y consiente de la responsabilidad social, pues podemos aportar educación para iluminar decisiones, formar juicio y criterio en todas las personas.
Es necesario que la comunicación social se ajuste verdaderamente a la ley primordial de la sinceridad, de la honradez y de la verdad. Pues como agentes de comunicación deben difundir noticias y opiniones en favor del progreso humano, y de igual manera, por medio de los instrumentos comunicativos, hacer partícipes a todos, de los asuntos y dificultades que afectan tanto a cada uno como a toda la humanidad.


jueves, 25 de agosto de 2011

Salir del puerto “Seguro”

Es verdad que los fenómenos, que rechazan la existencia de un Dios misericordioso, abundan en nuestro entorno de muchas formas y maneras. La manifestación de estos fenómenos es más práctica que teórica, por eso son más factibles reconocer.
Estamos hablando propiamente de la indiferencia religiosa, modelo que lleva al hombre a actuar de diferentes maneras, con el único objeto de negar la existencia de Dios, o bien de pensar que Dios no existe, a pesar de su existencia.
“En el seno de este fenómeno se aloja la autonomía del ser humano”[1] que entre otras cosas busca un Dios cómodo a sus necesidades, que sea complaciente y permisivo, es decir, que no incomode a la hora de actuar de manera injusta ante los ojos de Dios. Esto porque se piensa que la “relación con Dios es una más entre las que vive la persona”[2].
“Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión. Negar a Dios o la religión, o bien prescindir de ellos, no constituye ya, como en épocas anteriores, un algo insólito e individual; hoy en día aparecen muchas veces casi como exigencias del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo”[3].
Estas imágenes de Dios, son fenómenos, que alimentan la indiferencia religiosa en el hombre; además estremecen la fe y cambian de manera transcendental la forma de creer. Pero lo más peligroso es la apertura a caminos agnósticos y ateos.
Y esto en materia de fe es grave, porque, “el ateísmo moderno presenta también muchas veces una forma sistemática que, además de otras causas, conduce el deseo de autonomía del hombre a encontrar dificultad en cualquier dependencia de Dios. Los que profesan este ateísmo pretenden que la libertad consiste en que el hombre sea el fin de sí mismo, el artífice y demiurgo único de su propia historia.”[4] En otras palabras, el hombre, llego al extremo de creer que aunque Dios exista nada tiene que ver con la vida del hombre.
Estos son los grandes desafíos y derroteros, que la iglesia y la evangelización tiene que asumir. Por tanto, salir del puerto, es no tener resistencia a ofrecerle la vida a Dios, es estar dispuestos a entregar nuestro yo, sin reserva alguna, y sin tomar distancia de Dios.
Como hombres bautizados y “movidos por la fe, por la cual creemos que somos guiados por el Espíritu del Señor, debemos acercamos y discernir los acontecimientos, para poder llegar a ser signos verdaderos de la presencia o del designio de Dios”[5].
Salir del puerto, es también, obedecer el mandato del Señor: “vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación” (Mc 16,15). Este mensaje, anclado en el mandamiento del amor: Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo.
En definitiva, salir del puerto, es remar mar adentro, es decir, acoger la invitación de la V conferencia del Episcopado y del Caribe: Ser Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida.

Bibliografía
·        CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986.
·        CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constituciones, Decretos y Declaraciones. Madrid: BAC. 2007.
·        V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO Y DEL CARIBE. Documento Conclusivo. Aparecida. Celam. 2007.





[1]CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986. N° 14.
[2] Ibíd. N° 25.
[3] CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constitución pastoral Gaudium et Spes. Madrid: BAC. 2007.Pág. 244

[4] Ibíd. Pág. 256.
[5] Ibíd. Pág. 248.

Remar Mar Adentro

Remar mar adentro, es la invitación que hace la carta del episcopado de Pamplona y Tudela, a todos los creyentes que viven una experiencia de fe, y de paso un compromiso oportuno que sirve de base para anunciar que Cristo vive hoy en nuestras barcas de oración.
Esta invitación no es nueva para nosotros, ya el beato Papa Juan Pablo II, nos había convidado, a esta experiencia de fe, que tiene como consecuencias una buena preparación en la recta doctrina, y unas bases sólidas como roca, para poder responder al llamado que nos hecho Juan Pablo II de acercarse a los desafíos y fenómenos que circundan nuestra entorno laico y secular, y poder confrontar altamares que van en contra de nuestra experiencia cristiana.
Para poder acercarnos de una forma sistemática y doctrinal, trataremos de abordar tres temáticas que nos sirven para poder remar mar adentro y de paso lanzar las redes, que son: creer en Jesucristo, estar atentos a los desafíos evangélicos y ser testigos de la palabra de Dios.
Es necesario acercarnos a los documentos que la iglesia tanto universal como particular, ha producido acerca de las problemáticas que está viviendo nuestra fe y conocer los contextos que han surgido, a partir de la llamada “posmodernidad”, para que nuestra barca no naufrague, y podamos remar de la mano del Señor, sin sentir los temores de Pedro, cuando el Señor, le dijo ven camina conmigo. (Mt 14, 29).
Ya la constitución pastoral Gaudium et Spes, nos habla de un cambio de época, que debemos asumir con prudencia, para responder de la mejor manera a los retos que circundan nuestra fe. “En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad.”[1]
Este planteamiento, nos hace pensar, que la presencia de Dios en la barca de la “posmodernidad”, no tiene cabida, ya que la humanidad ha desconfiado de la presencia de Dios en su vida, porque ven más posibilidades de poder del hombre, que del mismo Dios.
Han cambiado las concepciones, porque pasamos del homo religiosus, al homo sapiens, el que todo lo sabe, porque la razón da pie a desconocer al Dios uno y trino; en otras palabras sacadas del documento del episcopado de Pamplona y Tudela: “Dios nos parece menos real que en épocas pasadas. Encontramos en el mundo nuestras propias huellas más fácilmente que las de Dios”.[2]
Y lo reafirma el documento de Puebla cuando nos dice: “que la indiferencia religiosa más que el ateísmo ha pasado a ser un problema enraizado en grande sectores de grupos intelectuales y profesionales, de la juventud y aún de la clase obrera. De igual manera hay muchos otros que se dicen católicos “a su manera” y no acatan los postulados básicos de la iglesia. Muchos valoran más la propia ideología que su fe y pertenencia a la iglesia”.[3]
Con esta introducción a nivel pastoral, vislumbramos el rumbo de nuestra barca, ante las tempestades que se nos van a presentar; es necesario estar preparamos para adentrarnos en el mar, pues “creer en Jesucristo es remar mar adentro, en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización”.[4]
Creer en Jesucristo
El hombre es una creatura de Dios (Gn 1,17), y su naturaleza es esclarecer el verbo encarnado[5]; pero al ser hijo de Dios, por la gracia del bautismo, el hombre está comprometido, a buscar la verdad en Cristo Jesús fuente y corona de la naturaleza humana.
Por eso, cuando la palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros (Jn 1,14), el hombre comprendió su condición de creatura, y la posibilidad de consumar esta relación (Creador-creatura), en el curso de su senda histórica de fe.
Esta relación profunda y perenne, conduce al creyente a creer en Jesucristo, por medio de la fe y lo lleva a tener una experiencia transcendental, gracias a su humanidad, con Dios uno y trino. Esta experiencia, no es mediática, ni efímera, porque traslada al hombre a manifestar las maravillas de Dios.
El compromiso que surge de esta relación, por medio de la experiencia con Cristo, es el anunciar al Dios de Jesucristo como Buen Noticia a los hombres y mujeres de nuestra época y de nuestra tierra sobresaltada por tantas tristezas y preocupaciones.[6]  Esta es una de las manifestaciones vivas de fe y amor a Cristo Jesús, y base fundamental para entrar a remar mar adentro, porque sabemos que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, (Jn 14,16).
Con estos presupuestos, podemos gritar a viva voz, las mismas palabras que Pedro  le dijo a Jesús, Tú eres el Cristo, hijo de Dios, (Mt 16-16), e ir seguros en nuestras barcas, llevando a cabo nuestra misión como discípulos y misioneros del único maestro, y llevarla a cabo a pesar de las tempestades fuertes que se presentan en nuestra realidad, es un gran desafío.
Por tanto, los rayos que caen del cielo iluminan nuestro itinerario, e iluminan a fondo los signos de la época, que tenemos que interpretarlos a la luz del evangelio, para poder echar las redes, y acercar más a las nuevas generaciones a la fe, y motivarlos a creer fielmente en Cristo Jesús.
Desafíos evangélicos
“Cien años de la muerte lenta de Dios en la conciencia europea parecen sugerir que el ocaso de Dios está indisolublemente unido al ocaso del hombre”.[7]
De igual manera ocurre en  América Latina, que con el tiempo, los nuevos humanismos, frecuentemente cerrados en una visión hombre estrictamente económico biológico o síquico, pronostican el ocaso del cristianismo, y la muerte lenta de Dios.
Este es el contexto del mundo “posmoderno”, donde se siente una especial necesidad del Evangelio, ante la perspectiva de nuevas ideologías. Por eso, “la iglesia tiene el derecho y el deber de proclamar la Verdad sobre el hombre, que ella recibió de su maestro Jesucristo”.[8]
Perspectivas como estas, son los desafíos grandes a los que debemos estar atentos. Ya como lo había mencionado la constitución pastoral Gaudium et Spes, el cambio de época en la que estamos inmersos, nos plantea retos evangélicos como: “de purificar y renovar nuestra fe, y proclamar con alegría a todos los hombres y mujeres de nuestro continente, de que somos amados y redimidos en Jesús”.[9]
Por otra parte, tanto la carta del episcopado de Pamplona y Tudela, como la exhortación apostólica Evangelii nunciandi nos invitan a evangelizar,  y a estar más atentos, es decir, con los ojos despiertos, frente a los fenómenos que atacan al cristianismo o lo rechazan de manera radical. Estas tempestades son los que vive nuestra barca, por eso evangelizar en medio de estas aguas turbias se considera un desafío intrínseco que conlleva este propósito; además porque “ese es el sentido de los nuevos retos que el mundo “posmoderno” plantea a la misión de la iglesia”.[10]

Testigos del evangelio
Como testigos del evangelio aspiramos evangelizar, adentrándonos al mar, porque evangelizar es apaciguar las tempestades, y trasformar nuestra humanidad; y esta trasformación va de la mano del sacramento del bautismo y de la vida según el evangelio.
Queremos, ahora iluminar a todo nuestro apremio pastoral con la luz de la verdad que nos hace libres. No es una verdad que poseamos como algo propio. Ella viene de Dios
Nos proponemos anunciar las verdades centrales del Evangelización: Cristo, nuestra esperanza, ésta en medio de nosotros, como enviado del Padre, animando con su Espíritu a la Iglesia y ofreciendo al hombre de hoy su palabra y su vida para llevarlo a su liberación integral.
Por eso, la iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y de recordar también a los fieles de este continente que en virtud de su bautismo, “estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”.[11]
Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida en él supone estar profundamente enraizados en él.
Por tanto, como testigos del evangelio, creemos que la evangelización no es solamente la enseñanza viva de la Iglesia, el primer anuncio de la fe (kérigma) y la instrucción, la formación en la fe (catequesis), sino que es también todo el vasto esfuerzo de la reflexión sobre la verdad revelada, que ha sido histórica, a través de los siglos.
Pues la verdad que debemos al hombre es, ante todo, una verdad sobre él mismo. Como testigos  de Jesucristo somos heraldos, portavoces, siervos de esta verdad que no podemos reducir a los principales de un sistema filosófico o a pura actividad política.
Por eso, hablar de Dios de Jesucristo, se nos ha convertido en una necesidad, porque queremos regenerar en todos nosotros esa relación básica con Él, de cuya salud depende la salud de toda nuestra existencia.
Para cumplir estos presupuestos es importante el testimonio de vida, como lo menciono el Papa Benedicto XVI, en el tradicional ángelus dominical, que los hombres que están dispuestas a ser la voluntad de Dios, Dios nunca los abandona antes las tormentas y pruebas del mar de la vida.
Porque el mar es el símbolo de nuestra propia vida presente e inestable del mundo visible la tempestad indica todo tipo de tribulación, de dificultad, que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles.
Jesús nos quiere educar como sus discípulos para soportar con valor las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se ha revelado al profeta Elías sobre el Horeb en el susurro de una brisa suave.
Finalmente pongamos en manos de María Nuestra Señora de Gracia, patrona de nuestra provincia, intercesora ante las dificultades que agita el agua del mar a nuestra barca, y modelo de discípula y misionera, para que intercede ante nuestro único maestro, para que nos de la fortaleza de seguir remando mar adentro. Amén.

Bibliografía
·        CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986.
·        CONCEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Las cuatro conferencias generales del Episcopado Latinoamericano. Bogotá: Celam. 2004.
·        CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constituciones, Decretos y Declaraciones. Madrid: BAC. 2007.
·        JUAN PABLO II. Carta encíclica Ecclesia de Eucharístia. Bogotá: San pablo.2003.
·        V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO Y DEL CARIBE. Documento Conclusivo. Aparecida. Celam. 2007.
·        MULLER, Gerhard. Dogmática. Teoría y práctica de la teología. Barcelona: Herder. 1995



[1]CONCILIO VATICANO II. Constitución pastoral Gaudium et Spes N°3.
[2] Cf. CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986.
[3] CONCEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Las cuatro conferencias generales del Episcopado Latinoamericano. Bogotá: Celam. 2004. P. 334
[4] JUAN PABLO II. Carta encíclica Ecclesia de Eucharístia. Bogotá: San pablo.2003. p. 9.
[5] Op cit. GS. 22.
[6] Cf. Op cit. Carta pastoral de los Obispo de Pamplona y Tudela N°. 6.
[7] Cf. Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona y Tudela N°. 4.
[8] Cf. Op. Cit. Las cuatro conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. Puebla. P. 215.
[9] V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO Y DEL CARIBE. Documento Conclusivo. Aparecida. Celam. 2007. P.24.
[10] JUAN PABLO II. Cruzando el umbral de la Esperanza. Barcelona: Norma. 1994. P. 133.
[11] Cf. Op cit V CONFERENCIA. Aparecida. P. 11