Remar mar adentro, es la invitación que hace la carta del episcopado de Pamplona y Tudela, a todos los creyentes que viven una experiencia de fe, y de paso un compromiso oportuno que sirve de base para anunciar que Cristo vive hoy en nuestras barcas de oración.
Esta invitación no es nueva para nosotros, ya el beato Papa Juan Pablo II, nos había convidado, a esta experiencia de fe, que tiene como consecuencias una buena preparación en la recta doctrina, y unas bases sólidas como roca, para poder responder al llamado que nos hecho Juan Pablo II de acercarse a los desafíos y fenómenos que circundan nuestra entorno laico y secular, y poder confrontar altamares que van en contra de nuestra experiencia cristiana.
Para poder acercarnos de una forma sistemática y doctrinal, trataremos de abordar tres temáticas que nos sirven para poder remar mar adentro y de paso lanzar las redes, que son: creer en Jesucristo, estar atentos a los desafíos evangélicos y ser testigos de la palabra de Dios.
Es necesario acercarnos a los documentos que la iglesia tanto universal como particular, ha producido acerca de las problemáticas que está viviendo nuestra fe y conocer los contextos que han surgido, a partir de la llamada “posmodernidad”, para que nuestra barca no naufrague, y podamos remar de la mano del Señor, sin sentir los temores de Pedro, cuando el Señor, le dijo ven camina conmigo. (Mt 14, 29).
Ya la constitución pastoral Gaudium et Spes, nos habla de un cambio de época, que debemos asumir con prudencia, para responder de la mejor manera a los retos que circundan nuestra fe. “En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad.” Este planteamiento, nos hace pensar, que la presencia de Dios en la barca de la “posmodernidad”, no tiene cabida, ya que la humanidad ha desconfiado de la presencia de Dios en su vida, porque ven más posibilidades de poder del hombre, que del mismo Dios.
Han cambiado las concepciones, porque pasamos del homo religiosus, al homo sapiens, el que todo lo sabe, porque la razón da pie a desconocer al Dios uno y trino; en otras palabras sacadas del documento del episcopado de Pamplona y Tudela: “Dios nos parece menos real que en épocas pasadas. Encontramos en el mundo nuestras propias huellas más fácilmente que las de Dios”. Y lo reafirma el documento de Puebla cuando nos dice: “que la indiferencia religiosa más que el ateísmo ha pasado a ser un problema enraizado en grande sectores de grupos intelectuales y profesionales, de la juventud y aún de la clase obrera. De igual manera hay muchos otros que se dicen católicos “a su manera” y no acatan los postulados básicos de la iglesia. Muchos valoran más la propia ideología que su fe y pertenencia a la iglesia”. Con esta introducción a nivel pastoral, vislumbramos el rumbo de nuestra barca, ante las tempestades que se nos van a presentar; es necesario estar preparamos para adentrarnos en el mar, pues “creer en Jesucristo es remar mar adentro, en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización”. Creer en Jesucristo
El hombre es una creatura de Dios (Gn 1,17), y su naturaleza es esclarecer el verbo encarnado; pero al ser hijo de Dios, por la gracia del bautismo, el hombre está comprometido, a buscar la verdad en Cristo Jesús fuente y corona de la naturaleza humana. Por eso, cuando la palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros (Jn 1,14), el hombre comprendió su condición de creatura, y la posibilidad de consumar esta relación (Creador-creatura), en el curso de su senda histórica de fe.
Esta relación profunda y perenne, conduce al creyente a creer en Jesucristo, por medio de la fe y lo lleva a tener una experiencia transcendental, gracias a su humanidad, con Dios uno y trino. Esta experiencia, no es mediática, ni efímera, porque traslada al hombre a manifestar las maravillas de Dios.
El compromiso que surge de esta relación, por medio de la experiencia con Cristo, es el anunciar al Dios de Jesucristo como Buen Noticia a los hombres y mujeres de nuestra época y de nuestra tierra sobresaltada por tantas tristezas y preocupaciones. Esta es una de las manifestaciones vivas de fe y amor a Cristo Jesús, y base fundamental para entrar a remar mar adentro, porque sabemos que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, (Jn 14,16). Con estos presupuestos, podemos gritar a viva voz, las mismas palabras que Pedro le dijo a Jesús, Tú eres el Cristo, hijo de Dios, (Mt 16-16), e ir seguros en nuestras barcas, llevando a cabo nuestra misión como discípulos y misioneros del único maestro, y llevarla a cabo a pesar de las tempestades fuertes que se presentan en nuestra realidad, es un gran desafío.
Por tanto, los rayos que caen del cielo iluminan nuestro itinerario, e iluminan a fondo los signos de la época, que tenemos que interpretarlos a la luz del evangelio, para poder echar las redes, y acercar más a las nuevas generaciones a la fe, y motivarlos a creer fielmente en Cristo Jesús.
Desafíos evangélicos
“Cien años de la muerte lenta de Dios en la conciencia europea parecen sugerir que el ocaso de Dios está indisolublemente unido al ocaso del hombre”. De igual manera ocurre en América Latina, que con el tiempo, los nuevos humanismos, frecuentemente cerrados en una visión hombre estrictamente económico biológico o síquico, pronostican el ocaso del cristianismo, y la muerte lenta de Dios.
Este es el contexto del mundo “posmoderno”, donde se siente una especial necesidad del Evangelio, ante la perspectiva de nuevas ideologías. Por eso, “la iglesia tiene el derecho y el deber de proclamar la Verdad sobre el hombre, que ella recibió de su maestro Jesucristo”. Perspectivas como estas, son los desafíos grandes a los que debemos estar atentos. Ya como lo había mencionado la constitución pastoral Gaudium et Spes, el cambio de época en la que estamos inmersos, nos plantea retos evangélicos como: “de purificar y renovar nuestra fe, y proclamar con alegría a todos los hombres y mujeres de nuestro continente, de que somos amados y redimidos en Jesús”. Por otra parte, tanto la carta del episcopado de Pamplona y Tudela, como la exhortación apostólica Evangelii nunciandi nos invitan a evangelizar, y a estar más atentos, es decir, con los ojos despiertos, frente a los fenómenos que atacan al cristianismo o lo rechazan de manera radical. Estas tempestades son los que vive nuestra barca, por eso evangelizar en medio de estas aguas turbias se considera un desafío intrínseco que conlleva este propósito; además porque “ese es el sentido de los nuevos retos que el mundo “posmoderno” plantea a la misión de la iglesia”.
Testigos del evangelio
Como testigos del evangelio aspiramos evangelizar, adentrándonos al mar, porque evangelizar es apaciguar las tempestades, y trasformar nuestra humanidad; y esta trasformación va de la mano del sacramento del bautismo y de la vida según el evangelio.
Queremos, ahora iluminar a todo nuestro apremio pastoral con la luz de la verdad que nos hace libres. No es una verdad que poseamos como algo propio. Ella viene de Dios
Nos proponemos anunciar las verdades centrales del Evangelización: Cristo, nuestra esperanza, ésta en medio de nosotros, como enviado del Padre, animando con su Espíritu a la Iglesia y ofreciendo al hombre de hoy su palabra y su vida para llevarlo a su liberación integral.
Por eso, la iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y de recordar también a los fieles de este continente que en virtud de su bautismo, “estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”. Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida en él supone estar profundamente enraizados en él.
Por tanto, como testigos del evangelio, creemos que la evangelización no es solamente la enseñanza viva de la Iglesia, el primer anuncio de la fe (kérigma) y la instrucción, la formación en la fe (catequesis), sino que es también todo el vasto esfuerzo de la reflexión sobre la verdad revelada, que ha sido histórica, a través de los siglos.
Pues la verdad que debemos al hombre es, ante todo, una verdad sobre él mismo. Como testigos de Jesucristo somos heraldos, portavoces, siervos de esta verdad que no podemos reducir a los principales de un sistema filosófico o a pura actividad política.
Por eso, hablar de Dios de Jesucristo, se nos ha convertido en una necesidad, porque queremos regenerar en todos nosotros esa relación básica con Él, de cuya salud depende la salud de toda nuestra existencia.
Para cumplir estos presupuestos es importante el testimonio de vida, como lo menciono el Papa Benedicto XVI, en el tradicional ángelus dominical, que los hombres que están dispuestas a ser la voluntad de Dios, Dios nunca los abandona antes las tormentas y pruebas del mar de la vida.
Porque el mar es el símbolo de nuestra propia vida presente e inestable del mundo visible la tempestad indica todo tipo de tribulación, de dificultad, que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles.
Jesús nos quiere educar como sus discípulos para soportar con valor las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se ha revelado al profeta Elías sobre el Horeb en el susurro de una brisa suave.
Finalmente pongamos en manos de María Nuestra Señora de Gracia, patrona de nuestra provincia, intercesora ante las dificultades que agita el agua del mar a nuestra barca, y modelo de discípula y misionera, para que intercede ante nuestro único maestro, para que nos de la fortaleza de seguir remando mar adentro. Amén.
Bibliografía
· CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIAN Y VICTORIA. Creer hoy en el Dios de Jesucristo. Cuaresma – Pascua de Resurrección 1986.
· CONCEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Las cuatro conferencias generales del Episcopado Latinoamericano. Bogotá: Celam. 2004.
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· V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO Y DEL CARIBE. Documento Conclusivo. Aparecida. Celam. 2007.
· MULLER, Gerhard. Dogmática. Teoría y práctica de la teología. Barcelona: Herder. 1995